sábado, 15 de agosto de 2015


Yo... ¿Exitosa y depresiva?...

Y si, para qué les voy a mentir, para qué me voy a mentir…En realidad sí se para qué, porque lo hice muchos años…sólo que ahora la pregunta es ¿porqué seguir haciéndolo?

La historia es simple…me aburrí de la vida tal como la venía experimentando. Por las noches me acostaba con la sensación de haber sobrevivido un día más en la jungla y con la esperanza de despertar en otro lado… o “del otro lado”. Y por la mañana abría los ojos y salía de nuevo…todo estaba igual, yo estaba igual; y con el tiempo… algunas cosas se ponían peor.

Tengo todo lo que te imaginas: familia, amigos, trabajo, casa, auto, tarjetas de crédito…todo lo que debía tener para ser feliz… y no…no tenía todo…me faltaba YO.

Me sentía agobiada, aburrida, vacía, sin sentido…pero no veas cómo seguía funcionando, como si nada pasara. Trabajaba de manera eficiente, me hacía cargo de mi casa, me reunía con amigos…la maquinita se movía casi sin parar.

Claro que tenía momentos de alegría…pero eran sólo momentos y eso…no me conformaba. La sensación que predominaba era de aburrimiento, de nada. Y de lo “muy bien” que estaba, me empecé a enfermar (porque antes no estaba enferma, ¿no?). Quistes, nódulos, tendinitis y se largó la carrera entre consultorios y farmacias.


Sabía que esa era la consecuencia de mi estado emocional, sabía que el cuerpo me pasaría factura, en algún momento, por desatendernos; pero hasta que no me dejó de cama, no le presté atención. Y aún así…no entendía el mensaje. ¿De qué me quejo? ¿Qué estoy esperando? ¿Por qué sigo las normas si estas no me dejan ser? ¿Para qué lleno mis horas haciendo lo que los demás esperan que haga? ¿Qué es lo que, de verdad, quiero para mi?

Muchos años supe que tenía, por autodiagnóstico, una depresión con hiperactividad. ¿Te imaginas eso? No hace falta estar tirada llorando todo el día para estar depresiva… pues yo lloraba sí, pero no estaba tirada nunca, al contrario, hacía de todo…hasta me reía, poco, pero me reía.

Y supongo que te darás cuenta que, a pesar de sentir una profunda tristeza en el alma, seguía con mi rol social. Miento yo, mienten muchos, mentimos todos, estamos todos contentos…todos cagados.


Pocas veces me miraba en el espejo, sólo lo hacía para maquillarme y tratar de delinear una carita feliz y hasta creo que lo lograba. Al menos nadie me decía nada o no se animaban o simplemente, al igual que yo, los otros también se pintaban una carita feliz….Lástima que el maquillaje no era indeleble y duraba pocas horas…

Me aburrían las charlas vacías, hablar de política, economía, de injusticias, de violencia, de la vecina…quería hablar de cómo nos sentíamos, de la vida que construimos, de las formatos institucionales que nos asfixian sólo por pertenecer, quería saber cómo es posible estar taaaan apagados cuando estamos conectados por todos lados. Quería menos mensajes en el facebook y más abrazos.

¡Ser o no Ser, esa es la cuestión!

Y yo entendí mal lo de “ser”. Entonces me pase la vida tratando de ser hija, hermana, estudiante, amiga, novia, profesional, esposa, madre, trabajadora…y encima tenía que ser buena…miento, tenía que ser “excelente”. Y si bien he cumplido, lo mejor que pude, todos estos roles, me olvidé verdaderamente de “Ser”; entendiendo por ser la expresión del alma. Pero me disculpo hasta aquí por esto, así me educaron y ¡obedecí! Y, con tal de “encajar”, de “pertenecer”, me fue devorando el personaje.

Por eso estaba tan triste, me desconocía, porque por más que encajaba en casi todos lados, no encajaba en mí y me deprimí, entristecí, me aburrí. Dejé que el otro me defina, me diga quién “soy”... Sin la definición-clasificación del otro estaba perdida…

Entonces, mirarme al espejo y tratar de “ver” quién realmente estaba allí-aquí era una pérdida de tiempo.

Transitaba por el camino de las “creencias”, de los “dogmas”, de los libros de psicología donde estaba descrito mi perfil (y el de millones… ni en eso era original); estaba en esa parte de la mente que te repite, sin agotarse, el mismo discurso, los mismos pensamientos y, como consecuencia, también, acontecimientos repetitivos…obviamente.  

Me preguntaba por qué no nos cuestionamos quienes somos realmente, quienes queremos ser y así, como si nada…somos sólo "la obediencia debida" de ser. Esto no es ser “complicada” o “rebuscada”…como me dijeron. En todo caso… me buscaba, re-buscaba, y no me encontraba.

Está clarito entonces para qué mentía y me mentía. Encajar, era el objetivo. Ser parte de la manada…como si sólo existirá una. Reconocimiento, a cualquier precio.


¿Por qué no quiero seguir haciéndolo ahora? Porque me indigesté de tal manera que casi me muero…es más, quise morirme y de cierto modo lo logré. Acaso hay alguna diferencia entre estar muerto y estar aburrido, abatido, deprimido…para mí no.

¿Yo? Y sí…¡exitosa-depresiva!... Sin soga al cuello, sin una bala, sin pastillas, sin navajas…pero me las ingenié en el desarrollo de otras armas letales: decepción – angustia - tristeza, conformismo, resignación. 


Gracias a todas estas armas emocionales fui matando de a poco la expresión de mi alma, de mi ser… y transité por este mundo como un zombi o vampiro, alimentándome de los otros.

Claro que no me hizo mucha gracia darme cuenta de que estaba deprimida…pero fue la patada en el culo que me impulsó hacia adelante.


¿El desafío ahora? Aceptar y reconocer el estado emocional en el que estaba y agradecerle por el aprendizaje de mostrarme la vida del personaje; y, desde ahí desnudarme, desanudarme, descomponerme, buscarme, encontrarme… amarme…un viaje hacia mi interior.

Y ¿saben qué? ¡SOY DIVINA! Y jamás dejaré de serlo…y eso que recién empiezo a conocerme.



¿YO? Estaba deprimida… y ¿usted?


Irupé Ocampo

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