jueves, 20 de agosto de 2015

Si somos capaces de asimilar esta información, se facilitara ese punto de inflexión en la conciencia, que se experimenta como… “un antes y después de”.



La mente humana, desde sus albores, se ha enfocado en ese universo de lo invisible, lo insondable y lo intangible, que no conoce, pero inexplicablemente intuye y anhela, con una especie de ansiedad y nostalgia hacia ese ámbito, que si bien le resulta misterioso, le es a su vez familiar.

Desde los tiempos prehistóricos, la sexualidad se ha experimentado como un medio, nexo o puente para remediar la ruptura con ese universo inhóspito pero irresistiblemente atractivo, que el tiempo y la herencia cultural nos indujo a llamarlo DIOS.

Aquellos ancestros probablemente no conocían las causas del porque el placer extremo, catarsis y éxtasis sexual, generaba, a veces, junto a plantas visionarias, música, danza o respiración, una formula directa y eficaz para transitar un estado de trance o de trascendencia. El cual propiciaba un “salirse fuera de sí mismo” disolviendo la  sensación de un yo limitado, para pasar a fundirse en unidad con otros espíritus humanos, animales, vegetales, minerales o el resto de naturaleza no descriptible.


Lo cierto, es que desde los primeros pasos de la humanidad se descubrió que la sexualidad era una llave que abría la puerta al alma para regresar a casa, posibilitando un estado no ordinario de conciencia, que aplacaba la sensación de orfandad psicológica y de angustia existencial, mediante una experiencia de integración y unidad, acompañada de un aporte consustancial de conocimiento e información.

Fue este concepto, lo que permitió a Platón acuñar la idea del Eros, como el anhelo del alma o recuerdo, que nos liberaba del estado de energía densa o materia, como un fuego alquímico capaz de cambiar el estado energético de las cosas. Pero también el lejano oriente daba origen a metodologías místicas y a la vez científicas, que reconocían en la sexualidad ese soplo vital de energía primordial catalizadora-creativa, y por lo tanto, sagrada.


Dentro de esa asociación entre el sexo y lo espiritual, ocupó un lugar de privilegio la idea de la muerte, dando forma al concepto del Eros y Thanatos, como las dos orillas de un mismo río energético, en donde ambos no solo comparten las mismas expresiones de sus gestos y gemidos comunes al dolor y el placer, sino además ese “Siento que SOY”, que anula el habitual y limitado “pienso que soy”.

Cuando la energía sexual irrumpe y sin resistirnos se apodera de nosotros, nos sentimos arrastrados y parte de una corriente que nos zarandea…nos mueve del sitio y nos quita del medio, algo superior nos diluye y ocupa nuestro trono… el frágil trono del EGO. Por unos segundos ese usurpador cotidiano ya no puede reinar…es como si hubiera muerto, dejando sitio a la sensación-sentimiento de quien existió, existe y siempre existirá.

Gran parte de la causa inconsciente de la autorepresión sexual, se esconde en ese vestigio de estupor ante ese “descontrol” de salirse del sí mismo habitual, al ser destronados… ya que les produce un histérico terror y desasosiego esa extinción momentánea de lo que creen que son, ese parlanchín mental con quien se identifican.

  • El imperio que impone la represión y el control de la sexualidad


Muchas de las pinturas rupestres de animales, en el interior de cuevas, respondían a rituales chamánicos de iniciación, y a la consideración de la caverna como un útero de la madre tierra que estimularía la gestación o fertilidad humana y animal. Igualmente los símbolos paleolíticos representando vaginas, y posteriormente los dólmenes y menhires rememoraban el sentido sagrado de los órganos genitales.

El poder energético del sexo ha sido considerado siempre (por quienes detentan el poder) demasiado significativo y potenciador, como para dejar libre, su administración.

En las sociedades neolíticas se tenía la idea de que la sexualidad humana influía en el equilibrio cósmico, tanto para la proliferación de la caza, como en la fertilidad de la tierra, de modo que era dirigida y conducida, más allá de lo procreativo, con fines religiosos, beneficiando a toda la comunidad. De allí que practicaran rituales de danza y cópula mística, como metodología de magia simpática, que propiciara un efecto de contagio por analogía cósmica hacia la reproducción animal y vegetal.


Ecos arcaicos de esta convicción, influyeron en las primeras estructuras religiosas, que más tarde, al politizarse y aumentar su poder, desvirtuaron el significado sagrado del sexo hacia una administración especulativa para regular su poder. Esto daría origen al invento del “pecado”, justificando una moralidad represora y castradora, con el celibato y la castidad como estandartes de una virtud perversa (alejada de la verdad), desvitalizada y poco creativa; tendiente a una comunidad- rebaño dócil, sumisa y obediente, para los fines institucionales.

La religión Cristiana tuvo una gran influencia en la idea freudiana de la sublimación de la libido, considerada como un desvió o canalización del impulso sexual hacia otros “fines más elevados”; lo cual jamás funcionó, porque afectaba en forma de neurosis o desvitalización al resto de los “fines menos elevados” o de la biología que sostiene la vida. 

Sólo mentes reprimidas de tiempos victorianos, como Freud, o de estrechez poco científica, pueden imaginar que la energía sexual puede ser desviada o conducida como acequias o represas para el agua. De hecho, es impresionante la lista de místicos, artistas y creativos, tanto antiguos como contemporáneos, cuya biografía se ve motivada e impulsada por la energía sexual liberada, sin restricciones. (Este aspecto se ampliará en otro artículo).


La sexualidad elevada, profunda y sagrada (regenerativa), por encima de la limitada a lo procreativo (generativa) o de la posesión utilitaria (degenerativa), es la que aboga por una práctica alquímica, de transmutación y no de desviación-represiva, sino potenciándola y optimizándola, inundando y nutriendo la integridad holística que nos define.

La vetusta y patológica catalogación del sexo como pecaminoso tuvo su origen con el emplazamiento de los “códigos morales judíos” suministrados por personajes de la dudosa talla de un David, Abraham o Moisés; trasladando sus dogmatismo al diseño ideológico del Islam y el Cristianismo. 


En nuestra forzada herencia, los patriarcas inventores de la doctrina (posteriores a los originales cristianos), fue un reducido número de fanáticos radicales aspirantes al poder, reunidos en Nicea en el siglo IV, por orden del maquiavélico emperador Constantino; que buscaba concretar una estructura imperial romana que fusionara lo político y lo religioso, como unidad compacta que sojuzgara a las masas y favoreciera la expansión militar.

Aquellos primitivos fundamentalistas de influencia judía, se entregaban al ascetismo, la abstinencia, la flagelación y todo tipo de mortificaciones devocionales ofrecidas a la severa crueldad de JEHOVA (que hizo entender el respeto como temor); practicas neuróticas con precario argumento teológico, pero impuestas y difundidas por la surgente nueva iglesia, cada vez más poderosa.


Ese desprecio malsano y exagerado hacia “la carne”, desterrada de lo sagrado, esa negación dentro del reino divino, produjo el divino castigo en formas de reclamaciones histérico-neuróticas de desequilibrio, dando lugar a lo obsesivo-compulsivo…que llamamos: depravación, perversidad, desviación hacia una sexualidad patológica, tan frecuente, disimulada y camuflada, en la historia del clero, vigente hasta estos días.


  • Catálogo de los síntomas y perjuicio emocional de la atrofiada sexualidad

Esas emociones negativas, sea desde la básica incomodidad, hasta la turbación más angustiosa, se experimentan tan “habitualmente”, que las reconocemos como normales o sea, la norma, consensuada, y por lo tanto… lícitas …y merecidas como castigo a la disidencia. 

VEAMOS LA PERVERSIDAD CONTENIDA EN LAS PALABRAS distorsionadas por la REPRESIÓN RELIGIOSA para castigar emocionalmente:


INTIMIDAD (del latín intimun): significa lo más interior o profundo; que bien le correspondería a las cosas del alma, el espíritu o el sentimiento,…pero que en su lugar fue desviado su uso hacia los genitales o a lo reservado del comportamiento de alcoba.

PUDOR: se lo ha legitimado y definido como… “un sentimiento de reserva hacia lo que tiene que ver con el sexo”…utilizando el eufemismo de reserva para disimular o camuflar la verdadera emoción de “miedo”… contradicción… inseguridad… animadversión… bloqueo… trauma… rigidez, entre otras.

OBSCENO: (diccionario) lo que presenta o sugiere, maliciosa o groseramente, cosas relacionadas con el sexo”… Y resulta que esa “malicia” es todo lo que no es con carácter procreativo o romántico versión Walt Disney; y “grosero” queda abierto hacia lo que no es remilgado, ñoño, aburrido, hipócrita, o políticamente correcto.


VERGÜENZA: (diccionario) “sentimiento penoso o turbación del ánimo o de la propia dignidad, ocasionado por alguna falta cometida o acción deshonrosa”. Podemos ver como el término manipula y relaciona la culpa, la honra y la dignidad. Observamos que ese estado emocional de culpa – conflicto o vergüenza se asoma mayoritariamente en los contextos de sexualidad, tanto como pensamientos o como acciones. Interesa analizar por qué se manifiesta, prioritariamente, en ese contexto. ¿Qué nos hace sentirnos indignos (no merecedores)?... y ¿a quién o a qué debemos honrar?

LASCIVO O LIBIDINOSO: la primera hace alusión a un deseo sexual “exagerado” a lo cual se unió la idea de libido (del latín libido = deseo). A esto se le sumó la idea de lujuria, cómo apetito exuberante y desordenado del goce sexual. Nótese que el común denominador es la idea de mesura o medición, que en otras palabras es “represión”. Queda muy poético y aceptable decir que “la medida del amor es amar sin medidas”; pero pareciera que esto no incluye el sexo. Incluye también una limitación por el deseo… y según la biblia fue el deseo de Dios lo que creó al mundo (brutal contradicción ¿no?). 

Y así, invito a observar palabras manipuladas como: placer, masturbación, pornografía, concupiscencia, lujuria, tabú… y una lista interminable.

Finalmente…y como advertencia:

Todo pastor, criador o manipulador de ganado, sabe lo difícil que se hace el control, cuando irrumpe el celo, y ni hablar cuando ya nace la progenie. Saben también el cuantioso aporte de sumisión que produce la castración de la sexualidad.

Sigue siendo obvio, a través de la historia y el presente, que los programas de control con fines militares, políticos y económicos, necesitan el sometimiento de su población o ganadería y para ello, nada mejor que camuflarse en una doctrina teológica o cosmogónica que abogue por la represión sexual.


Sepamos que en su origen de sabiduría, la palabra "sexo" (de seccionar) significa polaridad ; por tanto inhibirla es neutralizar el campo electromagnético que desde el vórtice del corazón nos conecta al cosmos en forma de creatividad o vida.

Leonardo Díaz Araujo

7 comentarios:

  1. Me parece buena la explicación ..gracias

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  2. Lo cierto, es que desde los primeros pasos de la humanidad se descubrió que la sexualidad era una llave que abría la puerta al alma para regresar a casa, posibilitando un estado no ordinario de conciencia, que aplacaba la sensación de orfandad psicológica y de angustia existencial, mediante una experiencia de integración y unidad, acompañada de un aporte consustancial de conocimiento e información.

    Fue este concepto, lo que permitió a Platón acuñar la idea del Eros, como el anhelo del alma o recuerdo, que nos liberaba del estado de energía densa o materia, como un fuego alquímico capaz de cambiar el estado energético de las cosas. Pero también el lejano oriente daba origen a metodologías místicas y a la vez científicas, que reconocían en la sexualidad ese soplo vital de energía primordial catalizadora-creativa, y por lo tanto, sagrada.

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