Si somos capaces de asimilar esta información, se facilitara ese punto
de inflexión en la conciencia, que se experimenta como… “un antes y después
de”.
La mente humana, desde sus
albores, se ha enfocado en ese universo de lo invisible, lo insondable y lo
intangible, que no conoce, pero inexplicablemente intuye y anhela, con una
especie de ansiedad y nostalgia hacia ese ámbito, que si bien le resulta
misterioso, le es a su vez familiar.
Desde los tiempos prehistóricos,
la sexualidad se ha experimentado como un medio, nexo o puente para remediar la
ruptura con ese universo inhóspito pero irresistiblemente atractivo, que el
tiempo y la herencia cultural nos indujo a llamarlo DIOS.
Aquellos ancestros probablemente
no conocían las causas del porque el placer extremo, catarsis y éxtasis sexual,
generaba, a veces, junto a plantas visionarias, música, danza o respiración,
una formula directa y eficaz para transitar un estado de trance o de trascendencia. El cual propiciaba un
“salirse fuera de sí mismo” disolviendo la
sensación de un yo limitado, para pasar a fundirse en unidad con otros espíritus
humanos, animales, vegetales, minerales o el resto de naturaleza no
descriptible.
Lo cierto, es que desde los
primeros pasos de la humanidad se descubrió que la sexualidad era una llave que
abría la puerta al alma para regresar a casa, posibilitando un estado
no ordinario de conciencia, que aplacaba la sensación de orfandad
psicológica y de angustia existencial, mediante una experiencia de integración
y unidad, acompañada de un aporte consustancial de conocimiento e información.
Fue este concepto, lo que
permitió a Platón acuñar la idea del Eros, como el anhelo del alma o
recuerdo, que nos liberaba del estado de energía densa o materia, como un fuego
alquímico capaz de cambiar el estado energético de las cosas. Pero también el
lejano oriente daba origen a metodologías místicas y a la vez científicas, que
reconocían en la sexualidad ese soplo vital de energía primordial catalizadora-creativa,
y por lo tanto, sagrada.
Dentro de esa asociación entre el
sexo y lo espiritual, ocupó un lugar de privilegio la idea de la muerte, dando
forma al concepto del Eros y Thanatos, como las dos
orillas de un mismo río energético, en donde ambos no solo comparten las mismas
expresiones de sus gestos y gemidos comunes al dolor y el placer, sino además ese
“Siento que SOY”, que anula el habitual y limitado “pienso que soy”.
Cuando la energía sexual irrumpe
y sin resistirnos se apodera de nosotros, nos sentimos arrastrados y parte de
una corriente que nos zarandea…nos mueve del sitio y nos quita del medio, algo
superior nos diluye y ocupa nuestro trono… el frágil trono del EGO. Por unos
segundos ese usurpador cotidiano ya no puede reinar…es como si hubiera muerto,
dejando sitio a la sensación-sentimiento de quien existió, existe y siempre existirá.
Gran parte de la causa inconsciente
de la autorepresión sexual, se esconde en ese vestigio de estupor
ante ese “descontrol” de salirse del sí mismo habitual, al ser destronados… ya
que les produce un histérico terror y desasosiego esa extinción momentánea de
lo que creen que son, ese parlanchín mental con quien se identifican.
- El imperio que impone la represión y el control de la sexualidad
Muchas de las pinturas rupestres
de animales, en el interior de cuevas, respondían a rituales chamánicos de
iniciación, y a la consideración de la caverna como un útero de la madre tierra
que estimularía la gestación o fertilidad humana y animal. Igualmente los símbolos
paleolíticos representando vaginas, y posteriormente los dólmenes y menhires
rememoraban el sentido sagrado de los órganos genitales.
El poder energético del sexo ha
sido considerado siempre (por quienes detentan el poder) demasiado
significativo y potenciador, como para dejar libre, su administración.
En las sociedades neolíticas se tenía
la idea de que la sexualidad humana influía en el equilibrio cósmico, tanto
para la proliferación de la caza, como en la fertilidad de la tierra, de modo
que era dirigida y conducida, más allá de lo procreativo, con fines religiosos,
beneficiando a toda la comunidad. De allí que practicaran rituales de danza y
cópula mística, como metodología de magia simpática, que propiciara un
efecto de contagio por analogía cósmica hacia la reproducción animal y vegetal.
Ecos arcaicos de esta convicción,
influyeron en las primeras estructuras religiosas, que más tarde, al
politizarse y aumentar su poder, desvirtuaron el significado sagrado del sexo
hacia una administración especulativa para regular su poder. Esto daría origen
al invento del “pecado”, justificando
una moralidad
represora y castradora, con el celibato y la castidad como estandartes
de una virtud perversa (alejada de la
verdad), desvitalizada y poco creativa; tendiente a una comunidad- rebaño dócil,
sumisa y obediente, para los fines institucionales.
La religión Cristiana tuvo una
gran influencia en la idea freudiana de la sublimación de la libido,
considerada como un desvió o canalización del impulso sexual hacia otros “fines
más elevados”; lo cual jamás funcionó, porque afectaba en forma de neurosis o
desvitalización al resto de los “fines menos elevados” o de la biología que
sostiene la vida.
Sólo mentes reprimidas de tiempos victorianos, como Freud, o
de estrechez poco científica, pueden imaginar que la energía sexual puede ser
desviada o conducida como acequias o represas para el agua. De hecho, es
impresionante la lista de místicos, artistas y creativos, tanto antiguos como
contemporáneos, cuya biografía se ve motivada e impulsada por la energía sexual
liberada, sin restricciones. (Este aspecto se ampliará en otro artículo).
La sexualidad elevada, profunda y
sagrada (regenerativa), por encima de la limitada a lo procreativo (generativa)
o de la posesión utilitaria (degenerativa), es la que aboga por
una práctica alquímica, de transmutación y no de desviación-represiva, sino
potenciándola y optimizándola, inundando y nutriendo la integridad holística
que nos define.
La vetusta y patológica
catalogación del sexo como pecaminoso tuvo su origen con el emplazamiento de
los “códigos morales judíos”
suministrados por personajes de la dudosa talla de un David, Abraham o Moisés;
trasladando sus dogmatismo al diseño ideológico del Islam y el Cristianismo.
En
nuestra forzada herencia, los patriarcas inventores de la doctrina (posteriores
a los originales cristianos), fue un reducido número de fanáticos radicales
aspirantes al poder, reunidos en Nicea en el siglo IV, por orden del
maquiavélico emperador Constantino; que buscaba concretar una estructura imperial
romana que fusionara lo político y lo religioso, como unidad compacta que
sojuzgara a las masas y favoreciera la expansión militar.
Aquellos primitivos
fundamentalistas de influencia judía, se entregaban al ascetismo, la
abstinencia, la flagelación y todo tipo de mortificaciones devocionales
ofrecidas a la severa crueldad de JEHOVA (que hizo entender el respeto como
temor); practicas neuróticas con precario argumento teológico, pero impuestas y
difundidas por la surgente nueva iglesia, cada vez más poderosa.
Ese desprecio malsano y exagerado
hacia “la carne”, desterrada de lo sagrado, esa negación dentro del reino
divino, produjo el divino castigo en formas de reclamaciones histérico-neuróticas
de desequilibrio, dando lugar a lo obsesivo-compulsivo…que llamamos:
depravación, perversidad, desviación hacia una sexualidad patológica, tan
frecuente, disimulada y camuflada, en la historia del clero, vigente hasta
estos días.
- Catálogo de los síntomas y perjuicio emocional de la atrofiada sexualidad
Esas emociones negativas, sea
desde la básica incomodidad, hasta la turbación más angustiosa, se experimentan
tan “habitualmente”, que las reconocemos como normales o sea, la norma,
consensuada, y por lo tanto… lícitas …y merecidas como castigo a la
disidencia.
VEAMOS LA PERVERSIDAD CONTENIDA
EN LAS PALABRAS distorsionadas por la REPRESIÓN RELIGIOSA para castigar
emocionalmente:
INTIMIDAD (del latín intimun): significa lo más interior o
profundo; que bien le correspondería a las cosas del alma, el espíritu o el
sentimiento,…pero que en su lugar fue desviado su uso hacia los genitales o a lo
reservado del comportamiento de alcoba.
PUDOR: se lo ha
legitimado y definido como… “un
sentimiento de reserva hacia lo que tiene que ver con el sexo”…utilizando
el eufemismo de reserva para disimular o camuflar la verdadera emoción
de “miedo”… contradicción… inseguridad… animadversión…
bloqueo… trauma… rigidez, entre otras.
OBSCENO: (diccionario) “lo que
presenta o sugiere, maliciosa o groseramente, cosas relacionadas con el sexo”…
Y resulta que esa “malicia” es todo lo que no es con carácter
procreativo o romántico versión Walt Disney; y “grosero” queda abierto
hacia lo que no es remilgado, ñoño, aburrido, hipócrita, o políticamente
correcto.
VERGÜENZA: (diccionario)
“sentimiento penoso o turbación del ánimo
o de la propia dignidad, ocasionado por alguna falta cometida o acción
deshonrosa”. Podemos ver como el término manipula y relaciona la culpa, la
honra y la dignidad. Observamos que ese estado emocional de culpa –
conflicto o vergüenza se asoma mayoritariamente en los contextos de sexualidad,
tanto como pensamientos o como acciones. Interesa analizar por qué se
manifiesta, prioritariamente, en ese contexto. ¿Qué nos hace sentirnos indignos
(no merecedores)?... y ¿a quién o a qué debemos honrar?
LASCIVO O LIBIDINOSO: la
primera hace alusión a un deseo sexual “exagerado” a lo cual se unió la
idea de libido (del latín libido = deseo).
A esto se le sumó la idea de lujuria, cómo apetito exuberante y desordenado
del goce sexual. Nótese que el común denominador es la idea de mesura o
medición, que en otras palabras es “represión”. Queda muy poético y aceptable
decir que “la medida del amor es amar sin medidas”; pero pareciera que esto no
incluye el sexo. Incluye también una limitación por el deseo… y según la biblia
fue el deseo de Dios lo que creó al mundo (brutal contradicción ¿no?).
Y así, invito a observar palabras manipuladas como: placer, masturbación,
pornografía, concupiscencia, lujuria, tabú… y una lista interminable.
Finalmente…y como advertencia:
Todo pastor, criador o
manipulador de ganado, sabe lo difícil que se hace el control, cuando irrumpe
el celo, y ni hablar cuando ya nace la progenie. Saben también el cuantioso
aporte de sumisión que produce la castración de la sexualidad.
Sigue siendo obvio, a través de
la historia y el presente, que los programas de control con fines militares,
políticos y económicos, necesitan el sometimiento de su población o ganadería y
para ello, nada mejor que camuflarse en una doctrina teológica o cosmogónica
que abogue por la represión sexual.
Sepamos que en su origen de sabiduría, la palabra "sexo" (de seccionar) significa polaridad ; por tanto inhibirla es neutralizar el campo electromagnético que desde el vórtice del corazón nos conecta al cosmos en forma de creatividad o vida.
Leonardo Díaz Araujo
Me parece buena la explicación ..gracias
ResponderEliminarGracias a tí.
EliminarLo cierto, es que desde los primeros pasos de la humanidad se descubrió que la sexualidad era una llave que abría la puerta al alma para regresar a casa, posibilitando un estado no ordinario de conciencia, que aplacaba la sensación de orfandad psicológica y de angustia existencial, mediante una experiencia de integración y unidad, acompañada de un aporte consustancial de conocimiento e información.
ResponderEliminarFue este concepto, lo que permitió a Platón acuñar la idea del Eros, como el anhelo del alma o recuerdo, que nos liberaba del estado de energía densa o materia, como un fuego alquímico capaz de cambiar el estado energético de las cosas. Pero también el lejano oriente daba origen a metodologías místicas y a la vez científicas, que reconocían en la sexualidad ese soplo vital de energía primordial catalizadora-creativa, y por lo tanto, sagrada.
Excelente tu aportación. Gracias.
Eliminarinteresante mucho
ResponderEliminarGracias
Eliminarinteresante
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