Rendirse, es
el estado de fluidez y flexibilidad propicio para la aceptación de una
realidad, en oposición a la rigidez o resistencia impermeable.
La realidad
decodificada por nuestros sentidos, simplemente “es y sucede”, y el oponernos a
esa manifestación de lo que esta “siendo”, tan solo porque no se acomoda a
nuestras expectativas, es lo que sustenta la estructura del sufrimiento. De
modo que como enunciaba Víctor Frankl (el gran psicólogo y pensador
sobreviviente a un campo de exterminio nazi)…
“Cuando no podemos cambiar una
situación, el desafío es cambiarnos a nosotros mismos”.
No es la
resignación con carácter inmutable, es la observación sostenida en la
conciencia de ACEPTACIÓN de los sucesos y estados que nuestra alma contempla
impasible y eterna, confiada en los ritmos
fugaces y las formas cambiantes que nos va presentando el universo dentro
de los vaivenes inteligentes de la creación. Y desde ahí, como testigos entregados
a lo que “está ocurriendo”, es cuando podemos empezar a transmutar la
situación, porque la cuestión no es lo que sucede, sino como nos enfrentamos a
ello.
La psique
humana tiene el poder de disolver el dolor, un secreto bien guardado por los alquimistas
y faquires orientales, a imitación del agua, que vence los obstáculos
acomodándose a ellos, adaptándose, moldeándose flexiblemente, sin rigidez,
cediendo a las “formas transitorias” que se le presentan. Al igual, todos
nuestros sucesos “transitan”.
La energía se mueve, busca fluir siguiendo la línea de menor
resistencia, y en esa circulación de nuestra energía psico-emocional, es
precisamente la resistencia, el obstáculo que recrea el sufrimiento. Es la
misma negación de lo que nos duele lo que reafirma y nos estanca en la
vibración del dolor.
El gran secreto consiste en ceder o dejarse a lo que sucede, observando
y focalizando toda la atención neutral en ello, sin juzgar, pues esa conciencia
sostenida sin la mente critica, lo absorberá y disolverá, como lo hace la
luz con la oscuridad. Paradójicamente,
sumergirse totalmente en la experiencia de dolor, abrazándolo y sintiéndolo (sin
intelecto), en conciencia de la sensación, es la formula. “El dolor, en el dolor se
disuelve, ya que el dolor y el esfuerzo por separarse de él, son lo mismo”…decían
los alquimistas.
Y, esa formula una vez aplicada, consecuentemente transita el lugar en
donde nos plantemos: ¿qué me permite aprender esto?, lo
cual,
irrevocablemente nos lleva a una antigua y eterna conclusión: “no hay
mal que por bien no venga”… y esa es la victoria de lo que llamamos rendición o
aceptación.
Leonardo Díaz Araujo
Agradezco todos los aportes que publicas en diferentes páginas....es muy cierto., si no puedes cambiar una situación cambio yo, como dijo Víctor Frankl.
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