lunes, 12 de octubre de 2015

Existe en todos nosotros un espacio individual y secreto de la imaginación y el pensamiento.

Una región mental de comunicación exclusiva de nuestro testigo con nuestra alma.

Es una zona de la conciencia del psiquismo, destinada a la perpetuación de lo eterno en nosotros.

Un lugar de máxima intimidad y gestación, que nos preserva, y que no compartimos con nadie.

Refugio ante el mundo, que nos propicia el encuentro afectivo y cómplice con uno mismo.

Que no puede ser comprendido o consensuado por todas las expectativas del otro.


El contenido de este rincón, suele inflamarse, y si no se transmuta en acciones, se hará sombra.

Es un sitio reservado a las extremas decisiones, cuya llave solo la tiene uno, porque es el máximo responsable de sí mismo. Desde ese paraíso protegido, siempre habrá un ego testimonial que se alegrara, de que los humanos aun no seamos telepáticos, susurrando…¡hay si supieran!...¡ni te lo imaginas!

En esa área restringida, nuestro YO superior o alma, siente los impulsos del sentimiento en estado puro, que impregnado de la memoria o registro de otras vidas, utiliza esas referencias para crear imágenes que se adapten al escenario provisional de esta existencia.


Quienes intenten manipularte te harán creer que de este paraíso proceden las tentaciones de un demonio, porque han llenado su propia sombra de culpa; sin entender, que allí yace tu santo grial o piedra filosofal, en esa embajada de la tierra prometida, donde solo tú serás el héroe arquetípico de la trascendencia y la alquimia.

Este desván entrañable en el ático de nuestra mente, no solo es mecanismo de supervivencia, es lo que te permite recordar…siempre a solas…quien no quieres ser, pero también quien eres.

Leonardo Díaz Araujo

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