Existe en
todos nosotros un espacio individual y secreto de la imaginación y el
pensamiento.
Una región
mental de comunicación exclusiva de nuestro testigo con nuestra alma.
Es una zona
de la conciencia del psiquismo, destinada a la perpetuación de lo eterno en
nosotros.
Un lugar de
máxima intimidad y gestación, que nos preserva, y que no compartimos con nadie.
Refugio ante
el mundo, que nos propicia el encuentro afectivo y cómplice con uno mismo.
Que no puede
ser comprendido o consensuado por todas las expectativas del otro.
El contenido
de este rincón, suele inflamarse, y si no se transmuta en acciones, se hará
sombra.
Es un sitio
reservado a las extremas decisiones, cuya llave solo la tiene uno, porque es el
máximo responsable de sí mismo. Desde ese paraíso protegido, siempre habrá un
ego testimonial que se alegrara, de que los humanos aun no seamos telepáticos,
susurrando…¡hay si supieran!...¡ni te lo imaginas!
En esa área
restringida, nuestro YO superior o alma, siente los impulsos del sentimiento en
estado puro, que impregnado de la memoria o registro de otras vidas, utiliza
esas referencias para crear imágenes que se adapten al escenario provisional de
esta existencia.
Quienes
intenten manipularte te harán creer que de este paraíso proceden las
tentaciones de un demonio, porque han llenado su propia sombra de culpa; sin
entender, que allí yace tu santo grial o piedra filosofal, en esa embajada de
la tierra prometida, donde solo tú serás el héroe arquetípico de la
trascendencia y la alquimia.
Este desván
entrañable en el ático de nuestra mente, no solo es mecanismo de supervivencia,
es lo que te permite recordar…siempre a solas…quien no quieres ser, pero
también quien eres.
Leonardo Díaz Araujo
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