No fue ninguna otra razón más que
una mentira lo que una vez, en la infancia, nos expulso del paraíso. Ese día
experimentamos por primera vez que “el mundo” de los mayores en quienes
depositábamos una confianza absoluta, se había caído. De ahí en más, nos
incorporamos a un mundo construido de mentiras, donde contribuimos con las
propias, en una competencia de poder a costa, y sobre los demás, como si fueran
los ladrillos que nos edifican.
Se nos educó o domesticó en la
base de ser premiados y valorados por lo considerado “acertado”, o castigados y
despreciados por los supuestos "desaciertos".
Pero llega un momento en la
evolución personal, de revisión de las consecuencias, que nos lleva por fin a
comprender que es indispensable adueñarnos de la libertad de equivocarnos, pues es la base patrimonial que nos
permite verificar lo que sirve, o lo que no es útil para la construcción de la
mejor idea y sentimiento de uno mismo. Decidir, elegir y hacernos cargo de las
consecuencias, son los componentes de este juego de desaciertos o
aproximaciones hacia el acierto, que es el arte de vivir. Desterrando la culpa
y el miedo a la desaprobación, alejamos también la posibilidad de que los demás
nos obliguen a mentir.
Cuando ejercemos la mentira, aun
la piadosa o la pequeña, claudicamos a nuestra libertad de ser, que es a
lo que vinimos a este mundo, anulamos nuestra posibilidad de equivocarnos y
admitirlo, y así negamos el aprendizaje desde el ensayo y error, ahogándole
al alma la experimentación en este “laboratorio dimensional”.
Hay que ver con claridad
cuántica, que en un camino de búsqueda de la verdad, la mentira,
por pequeña que parezca, nos saca del carril que pretendemos, produce una desconexión
con la vibración energética del rio o frecuencia en la que elegíamos fluir.
Es como un parón regresivo hacia atrás por caer en una vía contramano. En esa
carretera de doble circulación, una nos hace reales, y la otra artificiales,
siendo solo la imagen de lo que quieren los demás. Nuestras
mentiras son la estructura de nuestro ego o mascara, y la reafirmación del
programa instaurado en nosotros.
La milenaria frase: “LA VERDAD OS HARÁ LIBRES” no sólo se refiere al conocimiento de la realidad, sino que
esotéricamente, esta advirtiendo del poder…EN-PODER-A-MIENTO (fuerzas opuestas)…y
crecimiento que genera el enfrentarse a decir la verdad incondicionalmente, radical, minuto
a minuto. La magia de esa actitud es como dinamita en toda la artificialidad
que nos rodea y nos condiciona, empezando por todos aquellos que deseando tener
una imagen de uno, ya no pueden imponérnosla, ni decirnos quienes “debemos” (de débito o deuda)…ser.
Comprobaremos que después de airear nuestra verdad, ya no existe el miedo a decir la
verdad, y el conflicto queda en las manos de quien no la acepta o no la
quiere ver.
La sabiduría aconseja la
auto-observación cotidiana de nuestra cuota de mentiras, incluso las más
ingenuas, porque eso aumenta nuestro poder, pues ese observador o YO
superior se crece y despega cada vez que detecta al yo menor.
El miedo a no ser aceptados
deriva del temor ancestral a no ser integrados en la manada proveedora y
protectora, es un arcaísmo vestigial antropológico que subyace en la primitiva
psique de supervivencia…pero evolucionamos hacia otros criterios más amplios de lo que es
la supervivencia.
Si la mayor parte del tiempo te
lo pasas reprimiendo tus palabras o sentimientos hacia una manera
“políticamente correcta”, y te encuentras en una especie de carnaval veneciano
donde todos se esconden detrás de un antifaz,…algo no va bien en tu mundo y en
ti, y quizás sea hora de que no permanezcas entre pingüinos si quieres volar
como águila. Y antes de buscar un entorno que acepte tu verdadero rostro,
deberías empezar por tu propia aceptación, que en realidad se hace posible
cuando tú eliges y decides también, el libreto o personaje que te gustaría para
diver-tirse
(ser divino) en el teatro de la vida.
Personalmente, no creo en la
iluminación como si fuéramos lámparas, más bien prefiero la idea de despertar o
ampliación de conciencia. Y no hay mejor termómetro de su evolución que medir
la mentira
o incoherencia, donde la propia alineación en la verdad, sería, la
integración o coherencia entre lo que se dice, piensa, siente y hace.
“QUE NADA NI NADIE, TE OBLIGUE A MENTIR”…porque cuando no eres de
verdad, en verdad ... no existes.
Leonardo Díaz Arujo
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