sábado, 9 de enero de 2016

Hace unos 40.000 años, también compartieron nuestro planeta, por lo menos dos especies de homínidos catalogados de humanos, el “Cromañón” y el “Neanderthal”, con algunas diferencias morfológicas y de conciencia.

Hoy, si la antropología se decidiera a catalogar una especie por su estado de consciencia más allá de la distribución genética, tendríamos en el árbol evolutivo humano grandes diferencias.

Básicamente, habría dos especies cuyo estado mental es tan distante y antagónico, que el cohabitar implica que una de las dos, derive hacia la extinción.


Por razones didácticas, los llamaremos por su tendencia emocional básica, por un lado el Homo dolor, y por el otro el Homo placer. Sus diferencias son cuantiosas y extremas, y este enunciado es una simple semblanza, para llegar también a quienes les cuesta leer más de 20 renglones.

El homo placer es una mutación evolutiva que siente el privilegio del DAR Y SEMBRAR, mientras que el homo dolor permanece en la carencia y la necesidad de RECIBIR Y DEPREDAR, enfrentándose, entonces, la SOLIDARIDAD y el SAQUEO.

El homo placer goza de la CONFIANZA de un universo abundante, holístico y del APRECIO y VALORACIÓN de lo que dispone; sin embargo, el homo dolor se siente confinado, aislado y sufre por el TEMOR a perder lo que tiene y ESPECULA para ACUMULAR.



El homo placer empieza a comprender que él es CONSCIENCIA en una AVENTURA MATERIAL paradisíaca, que lo UNE E INTERRELACIONA a toda manifestación planetaria. El homo dolor cree que es un CUERPO HUÉRFANO Y SEPARADO cumpliendo una LUCHA REDENTORA contra lo otro, enfrentado a la naturaleza, y el miedo al infierno.


La incompatibilidad de ambas especies dentro de una misma geografía, una que evoluciona siendo y otra teniendo (teniendo incluso, el espacio y el tiempo que al otro le permite ser), hace sospechar un antagonismo biológico evidente, en donde el cohabitar hace que una especie fagocite a la otra. Y ya sabemos cuál de ellas es mayoría… y en crecimiento.

Pero, más allá de un espacio-tiempo, común a las dos especies, habría diversas dimensiones vibracionales, intransferibles y destinadas a cada etapa del camino evolutivo individual, donde la existencia, como frecuencia energética, es inmune a la amenaza de la diferencia, porque convierte la dualidad, en el contraste que propicia y nutre LA CONSCIENCIA INMORTAL.

Así como la cáscara deja lugar al fruto, la extinción de un envoltorio físico no debería verse como una pérdida, sino como una evolución con expresión en otros planos.

Más allá de las manipulaciones New Age con respecto a calendarios mayas o hindúes y profecías de cambios, el mirar a nuestro alrededor las evidencias en el avance del homo depredador, hacen que uno se cuestione el verdadero significado del cambio, ya que por esta casa planetaria han pasado diversos inquilinos dominantes o civilizaciones que hoy habitan otras casas y aquí son sólo recuerdo.



Leonardo Díaz Araujo

0 comentarios:

Publicar un comentario