Hace unos 40.000 años, también compartieron nuestro
planeta, por lo menos dos especies de homínidos catalogados de humanos, el “Cromañón”
y el “Neanderthal”, con algunas diferencias morfológicas y de conciencia.
Hoy, si la antropología se decidiera a catalogar
una especie por su estado de consciencia más allá de la distribución genética,
tendríamos en el árbol evolutivo humano grandes diferencias.
Básicamente, habría dos especies cuyo estado mental
es tan distante y antagónico, que el cohabitar implica que una de las dos,
derive hacia la extinción.
Por razones didácticas, los llamaremos por su
tendencia emocional básica, por un lado el Homo dolor, y por el otro el Homo placer.
Sus diferencias son cuantiosas y extremas, y este enunciado es una simple
semblanza, para llegar también a quienes les cuesta leer más de 20 renglones.
El homo placer es una mutación
evolutiva que siente el privilegio del DAR Y SEMBRAR, mientras que el homo dolor
permanece en la carencia y la necesidad de RECIBIR Y DEPREDAR, enfrentándose,
entonces, la SOLIDARIDAD y el SAQUEO.
El homo placer goza de la CONFIANZA de
un universo abundante, holístico y del APRECIO y VALORACIÓN de lo que dispone; sin
embargo, el homo dolor se siente confinado, aislado y sufre por el TEMOR a
perder lo que tiene y ESPECULA para ACUMULAR.
El homo placer empieza a comprender que
él es CONSCIENCIA en una AVENTURA MATERIAL paradisíaca, que lo UNE E
INTERRELACIONA a toda manifestación planetaria. El homo dolor cree que es un
CUERPO HUÉRFANO Y SEPARADO cumpliendo una LUCHA REDENTORA contra lo otro, enfrentado
a la naturaleza, y el miedo al infierno.
La incompatibilidad de ambas especies dentro de una
misma geografía, una que evoluciona siendo
y otra teniendo (teniendo
incluso, el espacio y el tiempo que al otro le permite ser), hace sospechar un antagonismo
biológico evidente, en donde el cohabitar hace que una especie fagocite a la
otra. Y ya sabemos cuál de ellas es mayoría… y en crecimiento.
Pero, más allá de un espacio-tiempo, común a las
dos especies, habría diversas dimensiones vibracionales, intransferibles y
destinadas a cada etapa del camino evolutivo individual, donde la existencia,
como frecuencia energética, es inmune a la amenaza de la diferencia, porque
convierte la dualidad, en el contraste que propicia y nutre LA CONSCIENCIA
INMORTAL.
Así como la cáscara deja lugar al fruto, la extinción
de un envoltorio físico no debería verse como una pérdida, sino como una
evolución con expresión en otros planos.
Más allá de las manipulaciones New Age con respecto
a calendarios mayas o hindúes y profecías de cambios, el mirar a nuestro
alrededor las evidencias en el avance del homo depredador, hacen que uno se
cuestione el verdadero significado del cambio, ya que por esta casa planetaria
han pasado diversos inquilinos dominantes o civilizaciones que hoy habitan
otras casas y aquí son sólo recuerdo.
Leonardo Díaz Araujo
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