La vida no es una estación o una posada sino un proceso, un camino, y en esa obra teatral hay un embrollo, un nudo y una resolución, de
modo que, estancarse asombrados por la paradoja es no comprender su función.
En la primera parte de la vida aprendemos a caminar, a hablar y
luego a pensar. Y en la última parte aprendemos a aquietarnos, silenciarnos y
sosegarnos para no confundir lo que somos con los que aprendimos,... las
herramientas con el fin.
Dedicamos nuestra primera mitad para que nos tomen en serio, y la
última mitad a reírnos de nosotros mismos.
Con las demarcaciones ilusorias comienza
nuestro proceso de alienación. A poco de venir al mundo necesitamos
identificamos con un grupo, clan o tribu, porque el proceso de
"gregarismo" o sociabilización mamífera sirve
"temporalmente" para una eventual supervivencia.
Pero si no entendemos esa
"transitoriedad", nos alejamos de nosotros mismos perdiéndonos en la
manada, interpretando la introspección e interioridad como "soledad".
Vemos como, por un mecanismo o herramienta de supervivencia (personalidad o ego), nos apartamos
de la identidad suprema y la unidad de conciencia, aislándonos y desterrándonos
de nuestra verdadera naturaleza, identificándonos con la herramienta.
Limitamos el mundo a una estrecha percepción que inmediatamente establece fronteras psíquicas: ... Yo y lo otro... dentro y fuera... arriba y abajo... y cuando nos preguntamos "¿quién soy?", inconscientemente trazamos una línea mental que atraviesa el de la percepción experiencial, suponiendo que lo de dentro es el yo, situado detrás de los ojos.
Limitamos el mundo a una estrecha percepción que inmediatamente establece fronteras psíquicas: ... Yo y lo otro... dentro y fuera... arriba y abajo... y cuando nos preguntamos "¿quién soy?", inconscientemente trazamos una línea mental que atraviesa el de la percepción experiencial, suponiendo que lo de dentro es el yo, situado detrás de los ojos.
De modo que nuestra identidad depende del lugar donde trazamos la línea, siendo las fronteras más comunes, la piel o la cabeza. La antropología sabe muy
claramente que la evolución modifica los mecanismos de supervivencia, y lo que
fue apropiado para el homínido "Homo Erectus" ya no lo fue para el
"Homo Sapiens''.
Por lo tanto, ahora, en plena
gestación del próximo hombre, la supervivencia dependerá de otra consciencia y otras comprensiones, no es casual que vivamos en una época con tanta crisis de identidad, que no es otra cosa que el tambaleo de las viejas fronteras.
Leonardo Díaz Araujo
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