domingo, 29 de noviembre de 2015

Así como la mente se estratifica en niveles que erróneamente llamamos consciente, subconsciente e inconsciente (pues debería ser al revés), el cerebro también se halla desplegado en diferentes niveles superpuestos, producto de millones de años de evolución, designando a cada estrato una determinada actividad.

Como testimonio de nuestro paso por el planeta, el cerebro humano mantiene todos sus componentes ancestrales y prehistóricos.

Se inicio en el océano primordial de la vida, pasando a la etapa de anfibios, mamíferos y hombres, adaptándose y agregando en cada uno de los estadios, las propiedades, características y actividades que necesitamos con cada evolución en pro de la supervivencia.

Para ello, siempre fue indispensable la información precisa del entorno en que nos desarrollábamos, produciendo no solo tejidos más eficaces para procesar los datos, sino también los órganos sensoriales más acordes a la información requerida.

Pero es muy interesante saber, que en este largo periplo evolutivo nunca se desecho ninguna de las estructuras cerebrales antiguas, sino que a las arcaicas se sumaron las nuevas, y las viejas siguen asociadas a sus mismas funciones mentales, más sencillas y primitivas pero necesarias, y por supuesto bajo el control de las estructuras más nuevas y complejas.


Es por eso que esas estructuras cerebrales que una vez nos sirvieron en nuestra etapa de pez, rana, reptil, león o simio, permanecen integradas a nuestra última estructura humana manteniéndonos ligados a nuestros antepasados.

De ahí, el latente peligro de que nuestro centro de control (neo-córtex) tiene la posibilidad de experimentar una caída o regresión a las zonas más primitivas. En otras palabras, que la reflexión no siempre consigue controlar un impulso instintivo o emocional.

Muchos neurólogos opinan que esta descoordinación o descontrol de las estructuras superiores sobre las inferiores, seria la base o la causa que explicaría el comportamiento agresivo y destructivo de nuestra especie.

El primer protocerebro fue la médula o tallo cerebral calificado como cerebro reptiliano, siendo el que interviene en los reflejos corporales, en los gestos imitativos de la infancia y en los instintos arquetípicos subliminales que intervienen en los sueños.

El segundo estrato lo constituye el sistema límbico y se lo llamo cerebro mamífero, donde se asientan las emociones, instintos e impulsos primitivos para las necesidades más básicas, siendo procesos de pensamiento rudimentario.

El tercer y último nivel es el neo-córtex en la corteza cerebral, al que llamamos cerebro humano porque posibilita el pensamiento abstracto y la habilidad de razonar, propiciando con ello la capacidad de comprensión, reflexión sobre uno mismo y previsión-anticipacion sobre los demás.

El humano, puede desarrollar la introspección, notarse a sí mismo, tener conciencia de la conciencia, por eso a partir de esta evolución fuimos el Homo Sapiens-Sapiens (el hombre que sabe que sabe) porque el neo-córtex integra la información conexionándola en la sensación aparente de un yo


El mismo proceso evolutivo y la consiguiente hegemonía del centro de control de datos, también se han dado en forma análoga a lo largo de nuestro propio desarrollo, desde el nacimiento hasta la madurez.

Visto el desarrollo cerebral más detallado, podemos abordar el problema de las súbitas caídas a las zonas de reacción primitiva, que repercute en esa forma de "descontrol" en el comportamiento humano, como si el puente de mando se desconectara del barco, esa biología de la sombra que nos está convirtiendo en un virus nocivo para el planeta.


Sobre este punto crucial hay diversas conjeturas, desde la filosofía hasta la neurociencia, que intentan abordar la preocupante cuestión. Las hay que opinan que nuestro sistema cerebral es en sí mismo defectuoso y las hay que defienden la premisa de que en la naturaleza, por el propio concepto de evolución, nada es defectuoso sino propiciatorio.

También hay posturas intermedias, pero cada vez son más, las opiniones que tienden a ver en esta falta de un óptimo enlace o descoordinación entre el neo-córtex y el resto, la consecuencia de algún suceso o evento prehistórico que afectó ese desarrollo natural.


Desde esta última perspectiva, hay quienes consideran la posibilidad de que nuestros ancestros homínidos "sufrieron" una manipulación genética por intervención de seres tecnológicamente más evolucionados con la idea de acelerar nuestro proceso para fines concretos en ese momento histórico, sin prever las consecuencias a largo plazo.

Esto, no resultaría descabellado, ni fantasía, tomando en cuenta los vestigios antropológicos e interrogantes arqueológicos. Y mucho menos aun, reconociendo que nosotros estamos por la misma labor indiscriminada de manipulación genética con otras especies… (tendencia hereditaria?)

Quizás sea hora de dejar de buscar los falsos eslabones perdidos en nuestro árbol genealógico y encontrar los circuitos neuronales extraviados o simplemente desarrollarlos para una mejor coordinación y relación con nuestro potencial.
Leonardo Díaz Araujo

1 comentarios:

  1. Entonces....como tengo parte de mi cerebro reptiliano, actuo algunas veces instintivamente?...y mi tipo de sangre RHO negativo pudiera ser parte de esa manipulación genética?...No había llegado a mi vida tanta información como la que me está nutriendo, parte de este largo aprendizaje en este largo camino llamado vida, es difícil encontrar en nuestro árbol genealógico estos vestigios..yo lo he recorrido y si parte de lo que me ha sucedido he hallado una respuesta, no completa como yo quisiera, pero si se asemeja a lo que sucede en mi entorno., la gran incognita? nunca dejas de aprender, es una rueda contínua, nunca lo sabes, creo muchas veces que ni lo sabré....de lo que si estoy segura es que he salido de esta matrix dolorosa, humillante, depredadora..soy una sobreviviente, como much@s

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